El aborto siempre es un crimen

El aborto siempre es un crimen
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El aborto siempre es un crimen

Bernard Nathanson, médico provida. El doctor, que fue icono de la lucha a favor de la vida, falleció esta semana. Recuperamos su última entrevista publicada en el semanario ‘Alba’. “Me convencí de que, fueran cuales fuesen las circunstancias, se trataba de un crimen”, explicó.




Tuvo una infancia tortuosa y un padre terrible, y una adolescencia y juventud de judío superficial, solitario, exitoso con las mujeres, pero incapaz para el amor. Ya médico, hizo de la legalización del aborto un asunto de honor. Pocos americanos como él hicieron tanto para que el aborto figurara como un derecho en la Constitución. No solo por eso le apodaron el “rey del aborto”, también porque en el dorso de su juramento hipocrático hay 75.000 muescas, una por cada muerte provocada, incluyendo la de su hijo, tras la cual no sintió culpa ni pena, únicamente la satisfacción del trabajo bien hecho. Nathanson ingresó en las filas provida, impartió conferencias por el mundo, y publicó sus memorias.
Su incorporación a la Iglesia católica (a la que con tanto odio había combatido) no fue tras una caída de caballo. Entre su último aborto y el día en que fue bautizado pasaron 25 años, tiempo en el que probó toda suerte de “remedios seculares” (alcohol, barbitúricos, psicoanálisis, libros de autoayuda...) hasta que decidió llevarse por la mano de Dios. Bernard Nathanson ya descansa en paz.
-Circula un vídeo de usted en el que se presenta como un asesino en serie.
-Asesino en serie, es lo que era cuando practicaba abortos. Claro que entonces no me hubiera definido así.
-¿Cómo lo hubiera hecho?
-Como alguien que estaba convencido de que lo que hacía era por el bien de las mujeres.
-Entre los 75.000 abortos que dirigió se encuentra el de su hijo. ¿Qué sintió después?
-La satisfacción por el trabajo bien hecho. Algo parecido a lo que el jerarca nazi Adolf Eichmann cuando veía los trenes de judíos partir hacia campos de concentración.
-La instalación de los ultrasonidos le hace recapacitar. ¿Casualidad?
-Yo hablaría de Providencia. Por primera vez podíamos ver el feto humano, crear un vínculo con él y quererlo.
-Sin embargo, siguió practicando abortos.
-Por motivos que consideraba justificados, como la violación o el incesto. Pero las tensiones morales iban creciendo.
-Llega 1979.
-Año en que realicé mi último aborto. Me convencí de que se trataba de un crimen.
-Su incorporación a la Iglesia no sería hasta 1996, en Nueva York.
-Estaba completamente emocionado. Cayó esa fría agua purificadora sobre mí y un inexpresable sentimiento de paz.
-Quién se lo iba a decir, que durante tantos años orquestó campañas contra la Iglesia católica.
-Porque era la más firme opositora al aborto.
-Volvamos a su conversión: fue más al modo de San Agustín que de San Pablo.
-Durante un tiempo probé toda suerte de remedios seculares: alcohol, barbitúricos, libros de autoayuda y psicoanálisis.
-De eso da fe su biblioteca: tiene las obras de Freud.
-También están los autores a los que leí durante mi proceso de conversión: Gilman, Merton, Muggeridge, Stern, Newman…
-De este último suele citar una frase: “A nadie le han convertido nunca los argumentos”.
-Empecé a ir a marchas contra el aborto. Me conmovió la intensidad espiritual de los manifestantes, siempre animosos.
-¿De qué era consciente?
-De que una gran cantidad de ellos habían rezado por mí.
-E incapaz de ser inmune a todo aquello…
-Consideré seriamente el tema de Dios.
-De ahí sus larguísimas conversaciones con tres sacerdotes: Paul Marx.
-Ese hombre santo.
-Richard Neuhaus.
-Su cabeza era un tesoro nacional.
-Y John McCloskey.
-Mi amistad con él ha llevado a algunos a pensar si pertenezco al Opus Dei. Medité pedir mi admisión, aunque no me decidí.
-A ellos dedica su autobiografía, ‘La mano de Dios’. ¿Cómo es su tacto?
-Hay cosas que son difíciles de explicar. Me sentí empujado en una dirección y ya no me pude resistir.
-¿Tiene miedo a la muerte?
-Temo ser una carga para mi mujer y mi hijo, pero no me asusta morir.
-Y usted ¿por qué reza?
-Por la salud y bienestar de mi familias, y por mi propia salud y bienestar, por una larga lista de gente; pero sobre todo…
-Adelante.
-Sobre todo, y como aquel paciente del doctor Dossey, rezo para saber que no estoy solo.

Entrevista de Gonzalo Altozano. Madrid para La Gaceta INTERECONOMÍA